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Las EmocionesLa vida en tiempos del coronavirus

Y de repente… todo cambió, sin avisar, de un día para otro. Ni cuando dejamos rienda suelta a nuestros peores pensamientos, esto estaba entre las hipótesis a barajar…
Quizá se trata de entender en qué consiste la vida, de cuáles son las reglas del juego… ¡Ah! ¿Que la vida tiene reglas de juego? Parece que sí, siempre las ha tenido, pero no nos gustan, y como no nos gustan, intentamos cambiarlas, no queremos aceptarlas, las rechazamos y creemos que podemos estar por encima de ellas.


Nos gusta hacer planes, y que se cumplan. Nos gusta predecir el futuro. Nos gusta controlar lo que sucede en nuestra vida.
Nos aferramos a términos de justicia o injusticia, nos inventamos estos términos para intentar controlar o explicar aquellas cosas que ocurren y que no nos gustan, o no entendemos.
Pero la realidad es que en la naturaleza no existen estos términos, ¿es justo que tengan que morir unos animales para que sobrevivan otros?, ¿es justo que las lluvias o nieves destrocen las cosechas y el alimento de muchos seres vivos?, ¿son justas las enfermedades?, ¿es justa la muerte?


Porque nadie habló de que vivir fuera fácil, sólo en algunas ocasiones lo es, pero cuando vemos la cara amable de la vida, nos hace sentir cosas taaaan maravillosas que nos enganchamos a ellas, y queremos más, y queremos siempre sentirnos así. Se genera en nosotros una ilusión de superioridad, de poder, de indestructibilidad. Por eso, cuando lo perdemos, cuando se nos priva del bienestar, de la felicidad, nos defendemos como gatos panza arriba, protestamos e intentamos rebelarnos para que eso no suceda.


Probablemente es en este punto donde tomamos conciencia de la imposibilidad de controlar lo que pasa, o muy poco, quizá el error está en creer que controlamos más de lo que en realidad es posible, pero el caso es que la ilusión de control nos da cierta paz y tranquilidad. Cuando las aguas se tornan agitadas, indomables e impredecibles, llega el caos.
¿Y entonces? ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo sobrevivir a esto? La verdad… ¡nada!. Y aunque pueda parecer una respuesta pesimista, es más bien realista, a veces cuando no sabemos qué hacer, la mejor opción es no hacer nada. La clave no está en evitar a toda costa que ocurran determinadas cosas, sino en aprender a convivir con la incertidumbre, con la duda, con la falta de control irremediable. La clave no es evitar caernos, la clave es saber que nos caeremos y que tenemos que levantarnos lo antes posible, el que más tiempo se queda tirado, pierde.


La buena noticia es que tenemos una enorme capacidad de adaptación, debemos aprender a confiar en la fortaleza de nuestro cuerpo y mente, son mucho más resistentes de lo que imaginamos. Pase lo que pase, venga la tormenta que venga, estamos capacitados para salir adelante, para adaptarnos a circunstancias y a situaciones de todo tipo. Sólo tenemos que confiar en nuestras capacidades, decirnos a nosotros mismos que pase lo que pase, estaremos bien y saldremos adelante. Puede que sea duro, difícil, largo, tedioso, costoso, pero pasará, todo pasa, nada dura para siempre, ni lo bueno ni lo malo, así que confía en la naturaleza humana, en tu mente y su capacidad de adaptación. Por supuesto, el apoyo de nuestros seres queridos es muy importante, porque somos animales amorosos, sociales. Durante épocas difíciles, sentir que estás acompañado significa mucho, significa que tienes un hombro al que arrimarte cuando lo necesites. La vida son momentos, pero también son personas, ¿qué sería de esos momentos sin esas personas?.


Cuando la vida nos sorprende con cosas que no nos gustan, que nos generan malestar físico o emocional, debemos parar para reflexionar, tomar el tiempo suficiente para analizar la situación, desde la calma, y extraer el aprendizaje que nos trae, que suele ser mucho. Es normal que a priori nos inunde el caos, el miedo, la preocupación, que duela, que lloremos y pataleemos, que nos frustremos: permítetelo, dale espacio a eso; pero ya sabes, no demasiado, cuando hayamos soltado aquello que sintamos, sin reprimirlo ni ignorarlo, hay que levantarse y seguir. Quizá haya que resetearse, reinventarse, mirar desde otro prisma la situación, pero siempre con la mirada puesta en aprender y salir fortalecidos de la experiencia.

A esta capacidad que tiene el ser humano para sobreponerse a circunstancias de adversidad, la denominamos resiliencia, y es asombrosa, la mayoría de las personas la tenemos aunque no lo sepamos. El término es heredado de la Física, es una propiedad que tienen algunos materiales para recuperar su forma después de haber sido deformados. Aplicado a la Psicología, se relaciona con la fortaleza de nuestro yo, con nuestro instinto de supervivencia elevado a la máxima potencia, que nos hace florecer después de haber estado cubiertos por el lodo, como los nenúfares, que crecen en aguas turbias y sucias.


Así que estamos en tiempos de desempolvar nuestra resiliencia, de centrarnos en adaptarnos lo mejor y antes posible a lo que acontece, estamos en tiempos de pandemia, de crisis humanitaria, económica y social.


La vida no espera, no es justa ni va a preocuparse en cumplir con tus expectativas, quien tiene que despertar y subirse a su carro, eres tú.